El Gran Gatsby- F.S. Fitzgerald (fragmentos)
"Se lo indiqué; y al verle seguir su camino, ya no me senté solo: era un guía, un explorador, uno de los primeros colonos. Aquel hombre me había conferido, fortuitamente, la tranquilidad de pertenecer a la comunidad".
"Entramos en un vestíbulo de alto techo, precedido de una glorieta de un color rosa vivo, a la que un balcón a cada extremo comunicaba con la casa. Los balcones, entornados, aparecían relucientemente blancos, y recortaban el césped del exterior, que parecía crecer un poco dentro de la casa. Sopló la brisa en la habitación, y, en un rincón, las cortinas volaron hacia fuera y hacia dentro, enroscándose en dirección al escarchado pastel de bodas del techo; por fin, se rizaron encima de la alfombra color de vino, haciendo sombras como el viento en el mar".
"Sonrió comprensivamente, mucho más que comprensivamente. Era una de esas raras sonrisas, con una calidad de eterna confianza, de esas que en toda la vida no se encuentran más que cuatro o cinco veces. Contemplaba, parecía contemplar por un instante el Universo entero, y luego se concentraba en uno con irresistible parcialidad; comprendía a uno hasta el límite en que uno deseaba ser comprendido, creía en uno como uno quisiera creer en sí mismo, y aseguraba que se llevaba la mejor impresión que uno quisiera producir".
"Comprendí que lo hacía porque se sentía más segura en un plano en el que cualquier divergencia de unas reglas se creyese de todo punto imposible".
"Cruzamos el gran puente, bajo un radiante sol que lanzaba sus alegres rayos sobre los coches y sobre la ciudad, enorme montón de terrones de azúcar que se yergue, blanco y altivo, por encima del río. Desde el puente Queensbord, la ciudad se ofrece por primera vez a la vista como una promesa de toda la belleza y de todo misterio del mundo".
"Al acercarme para despedirme, vi que la expresión de asombro aparecía otra vez en el rostro de Gatsby, como si tuviera una ligera duda sobre la calidad de su actual felicidad. ¡Casi cinco años! Debió haber instantes, incluso en aquella misma tarde, en que Daisy no llegó a ser el vértice de sus sueños, y no precisamente por su culpa, sino por la colosal vitalidad de su ilusión. Había ido más allá de ella, más allá de todo. Se había entregado, con creadora pasión, acrecentándolo todo, adornándolo con toda brillante plumita que en su camino hallara. No existe fuego ni lozanía capaz de desafiar a lo que un hombre es capaz de almacenar en su fantasmal corazón.
Bajo mi mirada, se rehízo un poco. Su mano cogió la de ella y, al murmurarle algo quedito, la miró, emocionado. Creo que aquella voz, con su fluctuante y febril calor, era lo que más le retenía, porque no podía ser soñada en demasía; aquella voz era una eterna canción.
Me habían olvidado, aunque Daisy me miró una vez y tendió la mano. Gatsby ya no me conocía. Les contemplé una vez más; me concedieron una remota mirada, poseídos ya por su apasionada vida, y salí de la habitación. Bajé los peldaños de mármol, y partí, lentamente, dejándolos solos".
"Es invariablemente triste mirar a través de nuevos ojos las cosas a las que uno ha extendido sus capacidad de adaptación".
"Una noche de otoño, cinco años atrás, estuvieron paseando por la calle mientras las hojas caían, y llegaron a un lugar donde no había árboles, y la acera aparecía blanca a la luz de la luna. Se detuvieron y se volvieron. Era una fresca noche, impregnada de la misteriosa excitación que late en las mutaciones anuales, las quietas luces de las casas centelleaban rompiendo la oscuridad, y entre las estrellas reinaba agitación y movimiento. Gatsby se daba cuenta de que el mundo le ofrecía una escalera que podía conducirle a las alturas, por encima del nivel vulgar. Pero debía subirla solo. Y una vez llegase a la meta, podría acercar sus labios a las fuentes de la vida y beber el néctar incomparable de la gloria.
Cuando el blanco rostro de Daisy se acercó al suyo, su corazón aceleró sus latidos. Sabía que cuando besara a aquella muchacha y uniera para siempre sus inefables visiones a aquel aliento perecedero, su cerebro no se agitaría ya como la mente de un dios. Por eso esperó, escuchando un instante más, el misterioso oráculo de una estrella. Luego la besó, y al roce de sus labios, ella se abrió como una flor".
"'Por un instante -siguió- una frase intentó adquirir forma; mis labios se entreabrieron esforzándose como los de un mudo, como si en ellos hubiera más violencia que la de una ráfaga huracanada. Pero no exhalaron el menor sonido y lo que estuve a punto de decir se perdió para siempre".
"Gatsby se daba abrumadora cuenta de la juventud y misterio que la riqueza atesora y protege, de la lozanía de un nutrido guardarropa, y de Daisy, radiante como la plata, segura y orgullosa por encima de las ardientes luchas de los pobres".
"En todo su mes de amor, jamás estuvieron más cerca uno de otro ni se comprendieron tan bien como cuando ella rozaba con sus silenciosos labios el hombro de su chaqueta o él acariciaba, suavemente, las puntas de sus dedos, como si durmiera".
"Entramos en un vestíbulo de alto techo, precedido de una glorieta de un color rosa vivo, a la que un balcón a cada extremo comunicaba con la casa. Los balcones, entornados, aparecían relucientemente blancos, y recortaban el césped del exterior, que parecía crecer un poco dentro de la casa. Sopló la brisa en la habitación, y, en un rincón, las cortinas volaron hacia fuera y hacia dentro, enroscándose en dirección al escarchado pastel de bodas del techo; por fin, se rizaron encima de la alfombra color de vino, haciendo sombras como el viento en el mar".
"Sonrió comprensivamente, mucho más que comprensivamente. Era una de esas raras sonrisas, con una calidad de eterna confianza, de esas que en toda la vida no se encuentran más que cuatro o cinco veces. Contemplaba, parecía contemplar por un instante el Universo entero, y luego se concentraba en uno con irresistible parcialidad; comprendía a uno hasta el límite en que uno deseaba ser comprendido, creía en uno como uno quisiera creer en sí mismo, y aseguraba que se llevaba la mejor impresión que uno quisiera producir".
"Comprendí que lo hacía porque se sentía más segura en un plano en el que cualquier divergencia de unas reglas se creyese de todo punto imposible".
"Cruzamos el gran puente, bajo un radiante sol que lanzaba sus alegres rayos sobre los coches y sobre la ciudad, enorme montón de terrones de azúcar que se yergue, blanco y altivo, por encima del río. Desde el puente Queensbord, la ciudad se ofrece por primera vez a la vista como una promesa de toda la belleza y de todo misterio del mundo".
"Al acercarme para despedirme, vi que la expresión de asombro aparecía otra vez en el rostro de Gatsby, como si tuviera una ligera duda sobre la calidad de su actual felicidad. ¡Casi cinco años! Debió haber instantes, incluso en aquella misma tarde, en que Daisy no llegó a ser el vértice de sus sueños, y no precisamente por su culpa, sino por la colosal vitalidad de su ilusión. Había ido más allá de ella, más allá de todo. Se había entregado, con creadora pasión, acrecentándolo todo, adornándolo con toda brillante plumita que en su camino hallara. No existe fuego ni lozanía capaz de desafiar a lo que un hombre es capaz de almacenar en su fantasmal corazón.
Bajo mi mirada, se rehízo un poco. Su mano cogió la de ella y, al murmurarle algo quedito, la miró, emocionado. Creo que aquella voz, con su fluctuante y febril calor, era lo que más le retenía, porque no podía ser soñada en demasía; aquella voz era una eterna canción.
Me habían olvidado, aunque Daisy me miró una vez y tendió la mano. Gatsby ya no me conocía. Les contemplé una vez más; me concedieron una remota mirada, poseídos ya por su apasionada vida, y salí de la habitación. Bajé los peldaños de mármol, y partí, lentamente, dejándolos solos".
"Es invariablemente triste mirar a través de nuevos ojos las cosas a las que uno ha extendido sus capacidad de adaptación".
"Una noche de otoño, cinco años atrás, estuvieron paseando por la calle mientras las hojas caían, y llegaron a un lugar donde no había árboles, y la acera aparecía blanca a la luz de la luna. Se detuvieron y se volvieron. Era una fresca noche, impregnada de la misteriosa excitación que late en las mutaciones anuales, las quietas luces de las casas centelleaban rompiendo la oscuridad, y entre las estrellas reinaba agitación y movimiento. Gatsby se daba cuenta de que el mundo le ofrecía una escalera que podía conducirle a las alturas, por encima del nivel vulgar. Pero debía subirla solo. Y una vez llegase a la meta, podría acercar sus labios a las fuentes de la vida y beber el néctar incomparable de la gloria.
Cuando el blanco rostro de Daisy se acercó al suyo, su corazón aceleró sus latidos. Sabía que cuando besara a aquella muchacha y uniera para siempre sus inefables visiones a aquel aliento perecedero, su cerebro no se agitaría ya como la mente de un dios. Por eso esperó, escuchando un instante más, el misterioso oráculo de una estrella. Luego la besó, y al roce de sus labios, ella se abrió como una flor".
"Gatsby se daba abrumadora cuenta de la juventud y misterio que la riqueza atesora y protege, de la lozanía de un nutrido guardarropa, y de Daisy, radiante como la plata, segura y orgullosa por encima de las ardientes luchas de los pobres".
"En todo su mes de amor, jamás estuvieron más cerca uno de otro ni se comprendieron tan bien como cuando ella rozaba con sus silenciosos labios el hombro de su chaqueta o él acariciaba, suavemente, las puntas de sus dedos, como si durmiera".





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