...

Estoy acá nuevamente, contemplándote en silencio, materializándote en mis pensamientos. Te sumerjo en mi mente, en lo que se hilvana ahí adentro y me olvido, me pierdo. Te recreo en mis profundidades y me armo a mí misma allí, viviendo mi realidad paralela con vos.
Entonces bajo a la Tierra de golpe y mis ojos te encuentran enfrente mío, hablándome de la vida, de una manera filosófica de vivirla. Y yo te escucho y quiero ponerme a la par de lo que pensás, pero todo me queda grande, y no me queda más que observarte, asentir y procesar la información. Me siento ser agua que fluye, que va, que se deja llevar...

Pienso todo esto, pero vos me transmitís nuevamente tus creencias, tus verdades, tomás tu guitarra, me tocás una canción y la música se vuelve hermosa cuando la interpretación sale de tus labios. Entonces todo lo que iba a decir se queda en el tintero, porque mis ganas de escucharte me ganan y me quedo en silencio. Te digo que me gusta que me enseñes, que me fascina escucharte, que me encanta tu pensamiento y esa especie de simpleza tan original. 

Pienso todo una vez más, soy un caos de pensamientos, mezclados con sentimientos y todos al mismo tiempo. Vos, mientras tanto, seguís enfrente mío y ahora estás armando un cigarrillo, mirándome e interrogándome, "¿qué pensás?". Yo creo que en todo, en vos, en esto, que es único, que nunca me pasó. Pero no puedo decírtelo, porque las palabras se atropellan en mi garganta y no sale nada coherente de ese rejunte. Opto por inventar algo y de mantener la mirada, trato de no bajar los ojos, pero me es imposible, porque con tu mirada me desnudás y a veces pienso que ves más allá de mí. Volviendo a escena, tomo consciencia de que estás ahí y largo un "en lo que decías recién". Entonces me explayo en lo que pienso, vos me escuchás. Yo continúo, somos uno con el humo. Hacemos una especie de debate, que nos lleva a ponernos de acuerdo y el remate es que digas algo que me haga reír.

Canto un pedacito de canción, vos me mirás mientras me escuchás. A lo mejor querés pedirme que me calle, a lo mejor te gusta escucharme, a lo mejor no lo sé... Te acoplás y cantás, o sacás algo nuevo de las cuerdas de tu guitarra y me hacés compañía. Te miro, me sonrío, pienso que sos increíble, te abrazo, me quedo prendada a tu cuello, a tu perfume, a tu esencia, a vos...  "Me gustan tus rulos de querubín", enriedo mi dedo índice en el bucle que se forma en tu frente. Y vuelven mis pensamientos, donde le pido al universo quedarme así, donde nuestros ojos se unen y yo puedo declararme en paz. Te doy un beso en esos labios rojos, en esa mancha, que pienso que es de café y que te hace tan particular. Mis brazos te rodean, no te dejan escapar. Tus manos me abrazan, me recorren la ropa y yo soy agua que fluye, que va, que se deja llevar...

Vuelvo a darte un beso, esta vez un poco más largo, te digo alguna frase cursi, algo que pensé mil veces y que después de autoconvencerme me animé a manifestar. Me doy una vuelta por la cocina y vos te reís, tus ojos almendrados se achinan, se asoman tus dientes y a mí no me queda otra opción que no sea mirarte y hablar el lenguaje de las sonrisas.

Hablamos de nuevo, de libros, de autores, de la sociedad. Me gusta. Nos abrazamos de nuevo, pero esta vez obedeciendo a nuestros más primitivos deseos. Rodeo cada pulgada de tu cuerpo, pienso que me gusta acariciarte, sentirte, creo que sos textura, que sos único. La música se vuelve ahora una mezcla de gemidos y respiraciones fuertes, agitadas, intensas, que se pierden... Vos me besás y yo soy agua que fluye, que va, que se deja llevar... Analizo todo esto, que no quiero que termine. Me invadís lentamente, me llevás al extremo, yo lo disfruto, vos también, me encanta vernos y sentirnos así.

Volvemos al principio, esta vez a miradas más que cómplices, a mí abrazándote y vos dejándome, pidiéndome que sea lo que más temo ser, que es justamente ser yo misma. Acepto lo que me pedís, me siento ser agua que fluye, que va, que se deja llevar...

Nos reímos de todo un poco, siento que nos conociéramos de otra vida, de antes, y así lo creo porque no tengo miedo, porque me permitís fluir y no tengo límites o frenos en mí. Porque puedo ser ese agua que fluye, como pensamiento, como vivencia, porque me dejás y puedo ser yo, tan etérea y sensible, pero verdadera.

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