Angustia

Se lo describí a mi amiga como un golpe en el pecho, que cortaba la respiración. Sabía que eran las penas, tan agobiantes, tan dentro, que comían las entrañas y buscaban salir a la luz, en el medio de la madrugada. En una habitación fría, le contaba, salían ellas a flote, se dejaban ver en forma de lágrimas, que caían, se escurrían, se iban. Le conté, además, que busqué las sensaciones físicas en google y no encontré nada. Los resultados arrojaban "ataques de pánico", "ansiedad". "Era solamente angustia", le decía y ella me escuchaba. "No encontraba lo que buscaba, así que me senté a crearlo yo, ¿sabés? A lo mejor esto a alguien le puede servir... Te cuento, sucede por una maraña de pensamientos (porque es siempre la cabeza, la maldita cabeza que no para de pensar), que se continúan, uno seguido de otro. Pensamientos que no son placenteros, que causan alguna tristeza, algún sentimiento negativo, que busca provocar dolor. De pronto, la mente se ve plagada de todos esos miedos, que llegan de golpe, de la nada, generados por la cabeza, que no para, que va a mil, que no consigue quedarse quieta. Da lo mismo estar sentado, acostado o parado. La sensación llega y, de pronto, no se puede frenar. La garganta se anuda, ya se sabe lo que viene. Las cejas se bajan levemente a los costados, la mirada cambia y las lágrimas empiezan a salir. Y además, transpiración. Como si la adrenalina recorriera el cuerpo, preparándolo para la acción, pero en este caso, para sentirte mal. La cabeza, el cráneo, se baja si está elevado, porque la mirada ya no puede sostenerse al frente, bajarla es sinónimo de tristeza, de no estar a la altura (de la realidad). Los pensamientos siguen, se continúan, se transforman en todos los miedos, que se esconden en algún lugar del cuerpo y, de repente, buscan salir. La cabeza continúa gacha, las lágrimas están afuera, el pecho se oprime, como si recibiera un golpe fuerte del exterior, como un puño seco que da en el blanco, en el silencio de la noche, de la madrugada, del día. El pecho, entonces, resentido, busca abrirse y termina dando lugar a la congoja. Ahora ya pasa a ser un llanto desconsolado el que viene, el que se apodera de esos minutos, de esos momentos, de esas horas. La respiración es entrecortada, cada vez cuesta más, las lágrimas ya no se pueden frenar. Continúan, son una catarata de agua salada, que se escurre en las mejillas y no hacen más que aflorar a la superficie. Buscan salir, ser parte del exterior. Las lágrimas son las penas de la angustia que invade, de esos miedos que se apoderan, que frenan un instante donde el mundo se paraliza. Y se repite todo el acto, todo el previsible acto. La mirada está baja, busca esconderse del resto, del mundo. Bombardeo de pensamientos, todo pasa en la mente, que domina, que lleva siempre a la misma dirección sin sentido, en esa encrucijada donde los caminos van a ningún lado. Los miedos siguen siendo los protagonistas, se llevan suspiros, la noche, las horas de sueño y de descanso. Plagan el día con su presencia, se vuelven protagonistas. Nosotros destrozados, ellos firmes e inmaculados...", terminé de contárselo y noté la voz de mi amiga quebrada, porque, más que hablar de mis penas, estaba hablando de la angustia que sentía ella, que no podía describir, que terminó por hacer que me llame para contarme y para ver si era yo era capaz de ponerlo en palabras.

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