El amante, Marguerite Duras
Algunos fragmentos de las partes que más me gustaron de esta hermosa novela:
"El ruido de la ciudad es intenso, en el recuerdo es el sonido de una película, pero demasiado, alto, que ensordece. Lo recuerdo perfectamente, en la habitación hay poca luz, no se habla, está envuelta por el estrépito continuo de la ciudad, embarcada en la ciudad, en el tren de la ciudad. En las ventanas no hay cristales, hay cortinillas y persianas. En las cortinillas se ven las sombras de la gente que circula al sol de las aceras. Esas multitudes son enormes. Las sombras están regularmente estriadas por las rendijas de las persianas".
"Los demás ignoran nuestra existencia. Nosotros percibimos algo de las suyas, el conjunto de sus voces, de sus movimientos, como una sirena que emitiera un clamor entrecortado, triste, sin eco".
"Es un hombre que tiene hábitos, pienso de repente respecto a él, debe venir relativamente a menudo a esta habitación, es un hombre que debe hacer mucho el amor, es un hombre que tiene miedo, debe hacer mucho el amor para luchar contra el miedo. Le digo que me gusta la idea de que tenga a muchas mujeres, de que yo esté entre esas mujeres, confundida. Nos miramos. Comprende lo que acabo de decir. La mirada alterada de repente, falsa, sorprendida en el mal, la muerte".
"Se vuelve brutal, su sentimiento es desesperado, se arroja encima de mí, come los pechos infantiles, grita, insulta. Cierro los ojos a un placer intenso. Pienso: lo tiene por costumbre, eso es lo que hace en la vida, el amor, sólo eso. Las manos son expertas, maravillosas, perfectas. He tenido mucha suerte, es evidente, es como un oficio que tiene, sin saberlo tiene el saber exacto de lo que hay que hacer, de lo que hay que decir".
"Y eso es lo que se dice cuando se deja hacer lo que se dice, cuando se deja hacer al cuerpo y buscar y encontrar y tomar lo que él quiere, y todo es bueno, no hay desperdicios, los desperdicios se recubren, todo es arrastrado por el torrente, por la fuerza del deseo".
"Dice que es debido a que hemos hecho el amor durante el día, en el momento álgido del calor. Dice que después de siempre es terrible. Sonríe. Dice: tanto si se ama, como si no se ama, tan pronto como llegue la noche".
"Grita que no hay que esperar nada, nunca, ni de ninguna persona, ni de ningún Estado ni de ningún Dios. Mientras hablo, me mira, no me quita ojo, mientras hablo mira mi boca, estoy desnuda, me acaricia, quizás no escucha, no sé".
"De repente, me duele. Apenas, es muy ligero. Es el latido del corazón trasladado allí, en la herida viva y fresca que él me ha hecho, él, el que me habla, el que ha creado el placer de esta tarde. Ya no oigo lo que dice, no escucho. Se da cuenta, se calla. Le digo que siga hablando. Lo hace. Vuelvo a escucharle".
"No puedo experimentar sus sentimientos sino a través de la parodia. Descubro que no tiene energía para amarme en contra de su padre, para cogerme y llevárseme. Con frecuencia llorar porque no encuentra fuerzas para amar más allá del miedo. Su heroísmo soy yo, su servidumbre es el dinero de su padre".
"... Inspira deseos de matarla, incita al maravilloso sueño de matarla con sus propias manos. Lleva sus formas de flor de harina sin ninguna sabiduría, las exhibe para que sean amasadas por las manos, para que la boca las coma, sin retenerlas, sin conocerlas, sin conocer tampoco su fabuloso poder".
"Distingue cada vez menos claramente los límtes de su cuerpo, no es como los otros, no está acabado, en la habitación sigue creciendo, aún no ha alcanzado las formas definitivas, se hace a cada instante, no sólo está ahí donde lo ve, también está en otras partes, se extiende más allá de la vista".
"Empezaba a reconocer la dulzura indecible de su piel, de su sexo, más allá de él mismo. La sombra de otro hombre debió cruzar también por la habitación, la de un joven asesino, pero yo no lo sabía aún, nada de eso aparecía aún ante mis ojos. La de un joven cazador debió de cruzar también por la habitación, pero en lo que se refería a ésta, sí, lo sabpia, a veces estaba presente en el placer y se lo decía, el amante de Cholen, le hablaba de su cuerpo y también de su sexo, de su inefable dulzura, de su valor en la selva y en los ríos de las desembocaduras de las panteras negras".
"El hombre le grita que se calle, grita que ya no quiere saber nada de ella, que no quiere gozarla, y helos de nuevo atornillados entre sí, prisioneros entre sí en el espanto vuelve a diluirse, que se le entregan, entre lágrimas, desespero y felicidad".
"Primero resulta ininteligible y después, bruscamente, de todas partes, del fondo del mundo, llega el dolor, el dolor se revistió, me arrebató, no reconocía nada, dejé de existir salvo para el dolor".
"Que la vida es inmortal mientras se vive, mientras está con vida. Que la inmortalidad no es una cuestión de más o menos tiempo, que no es una cuestión de inmortalidad, que es una cuestión de otra cosa que permanece ignorada. Que es tan falso decir que carece de principio y de fin como decir que empieza y termina en la vida del alma desde el momento en que participaba del alma y la prosecución del viento".
"Tenía una sonrisa de excusa muy dulce, decía que quizás ya no se recuperaría nunca más. Le preguntaba si lo hubiera deseado. Reía, casi, decía: no sé, en este momento quizá sí. Su dulzura sobrevivía entera en el dolor".
"Hubiérase dicho que amaba ese dolor, que lo amaba como me había amado, muy intensamente, quizás hasta morir, y que ahora lo prefería a mí. A veces decía que quería acariciarme porque sabía que yo deseaba que lo hiciera y que quería mirarme en el momento en que el placer se produjera".
"... No estaba segura, de repente, de no haberle amado con un amor que le hubiera pasado inadvertido por haberse perdido en la historia como el agua en la arena y que lo reconocía sólo ahora en este instante de la música lanzada a través del mar".
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