Mis viajes a La Plata
Los viajes a La Plata en estos días de calor me trasladan (literalmente). Hay sol a las 18:22 cuando la combi toma la autopista para llevarme a aquella ciudad. La música del celu también me lleva... Será porque es diciembre y se termina el año (y vos te vas de viaje una vez más).
Creo que los años siguen pasando de la misma manera. Los recuerdos se cruzan y me llevan a La Plata, al sol de diciembre, a cruzar la autopista (esperando encontrarte).
Ya vamos por altura Quilmes, van 20 minutos 45 que inició la lista de reproducción que elegí para que me acompañara en este viaje. Entra el sol por la ventana, se cuela y lo veo recorrer la combi, pasando por cada uno de los que estamos acá sentados. Yo miro por la ventana, pensando que, una vez más, irme a La Plata lentamente es mi perdición.
Buenos Aires es el lugar para perderme y dejar todo atrás, y eso incluye a vos. Buenos Aires fue y es mi refugio, donde la realidad de La Plata pasa a un último plano y donde la protagonista soy yo.
Buenos Aires es aquel lugar que nos encantaba, del cual cada rincón llegaba a sorprendernos con su majestuosidad y elegancia, con cada detalle que la hace única (“la calle se llama Jorge Luis Borges”). Buenos Aires, Capital, es un monstruo, que se impuso a mí y me absorbió. Me relegó a esta vida marcada por rutinas, al papeleo y a la burocracia. Me puso un reloj constante en la frente, para que no me olvide que el tiempo sigue pasando y que lo pierdo, en el subte, en el super, incluso en casa; que no me alcanza para hacer todo lo que tengo ganas y el poco tiempo que tengo, es para ocio, para mi espacio de pensar y dejarme llevar.
Por eso, pienso... y entiendo que Buenos Aires es nostalgia. Un bandoneón suena de fondo en cada esquina que elijo cruzar, y el aire de verano me obliga de nuevo a esperarte. Y la ciudad tan grande e imponente me devuelve con su esencia romántica a la risa y a las ganas de verte, a envolver mi corazón en la eterna espera de tu presencia. Al verano donde fuimos uno en esta relación que creímos perduraría, en esta relación que consciente e inconscientemente no puedo cortar. Y me pregunto cada día que pasa porqué es así, porqué cada viaje a La Plata me trae estas sensaciones (y estas ganas) de ir corriendo a buscarte, a decirte que para mí está todo igual que antes, que vengas, que me abraces y demos cuenta de que estos años nunca pasaron; que me mires y me hagas reír, que me devuelvas la esperanza de creer, que te sientes a hablarme de economía, que no me interesa ni entiendo nada, pero cada palabra que digas (lamentablemente) la voy a creer. Esa relación que me hizo aprender y confiar, pero también me arruino y me dejó este sabor agridulce que siento cada vez que me subo a la combi para ir a La Plata. Nunca creí que así sería mi vida sin vos, nunca pensé que llegaría este día. A veces creo ingenuamente que esto va a pasar y nos vamos a reencontrar, en algún momento; que estos días (o estos años) son simplemente de transición, para darnos cuenta de que queremos estar juntos.
Estoy sentada en la combi, que está a punto de entrar a La Plata y ya, por lo que escribo, me doy pena. Toda esta careta se me cae cada vez que vengo acá. Veo las casas bajas erigirse y siento que estoy más cerca de todo. Veo entonces que la lista de reproducción está en casi 50 minutos y que ya se está por terminar. Me llega un mensaje que me trae de nuevo a la realidad. Doy cuenta, entonces, que simplemente son unas horas acá y después me voy, a vivir esa realidad tan mecánica, pero eficaz, que me mantiene lejos de toda esta maraña de pensamientos tóxicos, que me llevan al pasado. Elijo estar lejos de mis sentimientos hacia vos, lejos de mis debilidades y mis ganas de encontrarte.
(Y últimamente todos mis textos terminan igual...).
Creo que los años siguen pasando de la misma manera. Los recuerdos se cruzan y me llevan a La Plata, al sol de diciembre, a cruzar la autopista (esperando encontrarte).
***
Ya vamos por altura Quilmes, van 20 minutos 45 que inició la lista de reproducción que elegí para que me acompañara en este viaje. Entra el sol por la ventana, se cuela y lo veo recorrer la combi, pasando por cada uno de los que estamos acá sentados. Yo miro por la ventana, pensando que, una vez más, irme a La Plata lentamente es mi perdición.
Buenos Aires es el lugar para perderme y dejar todo atrás, y eso incluye a vos. Buenos Aires fue y es mi refugio, donde la realidad de La Plata pasa a un último plano y donde la protagonista soy yo.
Buenos Aires es aquel lugar que nos encantaba, del cual cada rincón llegaba a sorprendernos con su majestuosidad y elegancia, con cada detalle que la hace única (“la calle se llama Jorge Luis Borges”). Buenos Aires, Capital, es un monstruo, que se impuso a mí y me absorbió. Me relegó a esta vida marcada por rutinas, al papeleo y a la burocracia. Me puso un reloj constante en la frente, para que no me olvide que el tiempo sigue pasando y que lo pierdo, en el subte, en el super, incluso en casa; que no me alcanza para hacer todo lo que tengo ganas y el poco tiempo que tengo, es para ocio, para mi espacio de pensar y dejarme llevar.
Por eso, pienso... y entiendo que Buenos Aires es nostalgia. Un bandoneón suena de fondo en cada esquina que elijo cruzar, y el aire de verano me obliga de nuevo a esperarte. Y la ciudad tan grande e imponente me devuelve con su esencia romántica a la risa y a las ganas de verte, a envolver mi corazón en la eterna espera de tu presencia. Al verano donde fuimos uno en esta relación que creímos perduraría, en esta relación que consciente e inconscientemente no puedo cortar. Y me pregunto cada día que pasa porqué es así, porqué cada viaje a La Plata me trae estas sensaciones (y estas ganas) de ir corriendo a buscarte, a decirte que para mí está todo igual que antes, que vengas, que me abraces y demos cuenta de que estos años nunca pasaron; que me mires y me hagas reír, que me devuelvas la esperanza de creer, que te sientes a hablarme de economía, que no me interesa ni entiendo nada, pero cada palabra que digas (lamentablemente) la voy a creer. Esa relación que me hizo aprender y confiar, pero también me arruino y me dejó este sabor agridulce que siento cada vez que me subo a la combi para ir a La Plata. Nunca creí que así sería mi vida sin vos, nunca pensé que llegaría este día. A veces creo ingenuamente que esto va a pasar y nos vamos a reencontrar, en algún momento; que estos días (o estos años) son simplemente de transición, para darnos cuenta de que queremos estar juntos.
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Estoy sentada en la combi, que está a punto de entrar a La Plata y ya, por lo que escribo, me doy pena. Toda esta careta se me cae cada vez que vengo acá. Veo las casas bajas erigirse y siento que estoy más cerca de todo. Veo entonces que la lista de reproducción está en casi 50 minutos y que ya se está por terminar. Me llega un mensaje que me trae de nuevo a la realidad. Doy cuenta, entonces, que simplemente son unas horas acá y después me voy, a vivir esa realidad tan mecánica, pero eficaz, que me mantiene lejos de toda esta maraña de pensamientos tóxicos, que me llevan al pasado. Elijo estar lejos de mis sentimientos hacia vos, lejos de mis debilidades y mis ganas de encontrarte.
(Y últimamente todos mis textos terminan igual...).




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