Un cuento

Hacía frío aquel verano. O por lo menos, así me sentía yo. Eran las 12 de la noche y sentía un ávido interés por prenderme un cigarrillo. Lógicamente, mamá no quería humo en casa y me mandó para afuera. Yo aproveché y me dediqué a caminar. El pueblo estaba desierto.
Estaba al borde de la ruta, con una campera vieja y sin ganas de regresar; bastante me aburría estar en casa. Pasé por la puerta del único bar del pueblo, y logré divisar a los mismos de siempre, en pésimas condiciones, como era de esperarse. A pesar de aquella imagen deplorable, no pude evitar fijar mi atención en un hombre que se hallaba sentado en una de las sillas de la barra, mirando hacia donde estaba yo. Levantó su mano izquierda, en la cual tenía un vaso de lo que parecía ser whisky, y, con él, me señaló. Yo noté un calor alrededor de mi cara, y la sensación aumentó cuando su mano libre me invitó a ir con él. Me quedé perplejo en la puerta. Al cabo de lo que parecieron varios minutos, aquel desconocido se acercó hasta mí, y me dijo: 

-Entrá... yo invito.

Fue ahí cuando pude verlo bien: tenía un aspecto extraño y, a la vez, muy familiar. Un traje negro cubría su cuerpo. Su pelo era negro y oscuro, al igual que el matiz de su voz. Su cara era blanca, pálida, parecía de piedra. Sus ojos eran azules y profundos como la noche. Un bigote decorada la parte baja de su nariz y la superior de la boca.
Estaba pensando muchas cosas a la vez, sin saber qué decir. Al fin y al cabo, no lo conocía. Pero algo en él llamó mi atención, así que accedí a su invitación y pedí una cerveza para mí.

-¿Cerveza?- preguntó, sorprendido.

-Sí, ¿tiene algo de malo?- cuestioné yo, con molestia.

Él hizo un gesto desdeñoso, pero no respondió.

-¿Qué haces a estas horas?- me dijo, amablemente.

-Nada raro, salí a dar una vuelta- le respondí y tomé un trago.

-¿Tan tarde? ¿Cómo es posible?- sus ojos mostraban sorpresa.

-Fácil... Tenía intenciones de estirar las piernas y no tuve mejor idea- le dije, sin vueltas.

Él me miró, arrugando el ceño y se prendió un cigarrillo.

-¿Fuma?- me ofreció.

-¡Claro!- acepté -La cerveza me lo provoca.

Parecía que mis costumbres no le gustaban, su rostro mostraba molestia. Noté su expresión enseguida y pensé que lo mejor era retirarme. Terminé rápido el cigarrillo y le dije:

-Disculpe, señor, no fue mi intención ofenderlo... Lo mejor va a ser que me vaya. Fue un gusto- dije, y me escurrí hacia la puerta.

Nunca supe si respondió, salí de allí lo más rápido que pude, en dirección a mi casa. Estaba oscuro por aquel lado, así que puse todos mis sentidos en alerta. La luz de entrada iluminaba la puerta de mi casa, pero no llegaba a la calle. Me estaba acercando, cuando vi al hombre del bar, esperándome. 

-¿Qué quiere aquí, señor?- le pregunté. No entendía ni cómo había llegado tan rápido, ni porqué le importaba tanto hablar conmigo.

-Saludar, insisto, no quiero hacerte daño... - y sentí un escalofrío por todo mi cuerpo, al tiempo que se acercaba a mí, levantando sus manos...

Lo único que atiné a hacer fue salir eyectado hacia mi casa. Llegué a mi habitación y me acosté en la cama. Me dormí instantáneamente.

***

Al otro día, mamá me despertó, era día de limpieza. Ella había empezado con las cajas del fondo del patio, así que fui a ayudarla. Estaba sacando las cajas de arriba de todo, cuando una de ellas se me cayó y todo el contenido se desparramó. Empecé a juntar todo, pero me quedé helado cuando vi una foto del hombre de la noche anterior, que me miraba sonriente. Y ahí recordé: mi abuelo había fallecido antes de que yo naciera. Su rostro era el mismo, él era el mismo. Entonces entendí: Había venido a saludarme.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los cuadernos de Don Rigoberto (Fragmentos) - M. Vargas Llosa

El Gran Gatsby- F.S. Fitzgerald (fragmentos)

Todos los días, una canción- 1 de enero