La carta
Ella se sentó. Estaba bastante exaltada y tenía ganas de escribir. Tenía palabras guardadas, acumuladas. Respiró. Pensó en cómo iba a plasmarlo. Ninguna manera la convencía. Ni siquiera aquella que consistía en anotar todo de la misma manera en que ocurría dentro de su mente: de forma caótica. Le quedaba poco para poder hacerlo, tenía que apurarse, pero no paraba de dar vueltas, sin decidirse, yendo, viniendo... De golpe, se paró y miró la pared. Frunció el ceño lentamente a medida que se acordaba los sucesos de aquel día. Se sentía muy vulnerable por la manera en que pensaba toda la situación. Analizaba posibles variantes, consecuencias de lo que había ocurrido. Otros desenlaces que pudieran derivar en finales menos trágicos, sin tanta desesperación. Cerró lentamente los ojos. Respiró. - Será mejor que empiece con esto de una vez, de otra manera no podré terminarlo -, pensó y se largó. Procedo a contarles lo que escribió: "Querido E...: Escribo estas líneas porque si