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Los bloqueos del primer escrito

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Escribir nunca significó un problema para mí. Simplemente porque me siento amiga de las palabras, las conozco, puede hacer uso de ellas para contar cómo me encuentro. Siempre fue sentarme, con lapicera en mano, papel, anotador, libreta, agenda, aquellos lugares que me proponían un rincón blanco donde pudiera anotar vivencias de esos días que se habían ido sin gran relevancia y habían quedado vacíos. En otras ocasiones, había sido una notebook la que me oficiaba de cómplice para que yo largara esas ideas, para que las plasmara en algún lado y quedaran inmortalizadas en un archivo word. Y entonces salía un hilo conductor que llenaba los huecos en blanco. A lo mejor era una parte o un escrito completo, pero las palabras salían, fluían como el agua, como la brisa, como las horas que marca el reloj, como los días que se van (tan lentamente)... Son ellas que, de pronto, llegan y ocupan mi mente de manera desordenada, se aíslan allí un rato y si no las retengo en un escrito, se van, se pier