Un año

Por ahí te resulte loco, pero los primeros días te buscaba: en las caras que paseaban en la calle, en la gente que cruzaba, y mi mente me engañaba cuando creía verte. Pero después me daba cuenta que era imposible.

Fue un día como hoy, un día soleado y de calor del año pasado. Mi cabeza estaba en otra cosa, en la superficie, en lo mundano. No sabía que todo podía cambiar tan de pronto y de un día para el otro.

Ahora ir a La Plata ya no me deja ese sabor agridulce. La nostalgia y los recuerdos del verano se desvanecieron desde el día en que tomé el colectivo de regreso y vi ese cielo celeste y despejado: ahí comprendí que ya nada iba a ser como antes, que la nostalgia se había ido para siempre y había dado paso a la realidad. Una realidad absurda en la cual ya no estás, una realidad paralela que alguna vez iba a acontecer y a la que nunca habría estado preparada. Y es ridículo porque el mundo sigue, y no lo puedo entender.


Fue un año difícil, todo se me está haciendo cuesta arriba. Te extraño y este agujero en el pecho no va a cerrar. Te pienso todos los días y te busco en mis sueños con la esperanza de verte, pero no estás. Sé que sabés que soy fuerte, como siempre me dijiste, "vos lo podés hacer". Como ese día, en plena pandemia, que te conté que conseguí trabajo. Y vos me dijiste que nunca habías dudado que yo iba a poder. 

 

El mundo no volvió a ser el mismo y mi vida tampoco. Quiero volver a reencontrarme con esa infancia, ese pasado en el cual fui feliz alguna vez, donde vos estabas (a tu manera), pero ahí estabas y nada malo pasaba.


Siempre te agradezco y te pido que nos cuides a mis hermanos y a mí. Y te doy las gracias por la vida que me diste y perdoname por todo lo que no llegué a hacer. Recién con la ausencia es que puedo darme cuenta de todo lo que hiciste por mí para que no me falte nada. Y te escribo de esta forma porque es lo mínimo que puedo hacer.


Hoy el verano tiene otro sabor. Sé que estás ahí, en algún lado y sé que estás mejor que acá. Que no tiene sentido que me siga lamentando por tu partida, porque tu lugar no era este. Pero eso no significa que no me duela la pérdida de esa seguridad que era el tenerte ahí. Y que toda esta realidad me parezca tan frágil, y tenga ansiedad y miedo por lo que va a venir, por los finales tan latentes de la gente que quiero y del mio propio.


No me importa que el tiempo pase tan rápido, siempre voy a recordarte. Todos los días que me queden por vivir, vas a estar en mi mente y mis sentimientos. Sé que hice lo posible por ser la hija que te mereciste. Y me quedó muchísimo por hacer, pero Dios decidió que no había más tiempo. Ahora sólo me queda ese consuelo y agradecerte una vez más por el paso que diste en mi vida. Y por haberme dejado llamarte papá.




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