Miguel Antonio Caro: en las raíces de un país

Fue un político, filólogo e intelectual colombiano, hijo del notable escritor, José Eusebio Caro. Vivió entre los años 1843 y 1909. Es conocido por su extensa trayectoria política y la corriente de sus ideas al respecto, ocupando el cargo de presidente de dicho país entre 1892 y 1898. 
Una vez retirado de este campo, contribuyó a la evolución de la lengua y a la crítica literaria, llegando a dirigir la Academia Colombiana de la Lengua, primeros representantes de la RAE en territorio latinoamericano. Si bien no tuvo títulos académicos ya que no pudo completar sus estudios debido a la situación de inestabilidad que acontecía en su país por aquel entonces, fue autor de la Gramática de la Lengua Latina, idioma que llegó a dominar a la perfección. 


A Eugenia Bellini

(..)

Ese mirar profundo
No es humano mirar; esa apostura
Revela origen celestial, y al alma
Secreto infunde y delicioso espanto.

(…)

 

Ambición

¡Partamos! El espíritu impaciente
Anhela por volar a su albedrío:

(…)

 

El Boreas

¡Yo soy potente! En alentado vuelo
Yo las nubes arrollo y desbarato;
Con negras alas yo la mar maltrato,
Yo con duro granizo azoto el suelo.

Yo sé la nieve transformar en hielo;
Yo al roble, rey de la montaña, abato;
Yo si hallo a mis hermanos, los combato
Fuerte y sonante por el ancho cielo.

Que ese es mi campo: en dilatado estruendo
Tiembla el éter al choque tremebundo,
Y ruge el rayo, de la nube huyendo.

Yo si en la tierra lóbrego me hundo,
Yo si en sus antros íntimos me extiendo,
¡Turbo el averno y estremezco el mundo! 

El valle de la infancia

¡Oh senda! ¡Oh monte abrupto! ¡Oh gruta umbría!
¡Musgoso manantial! ¡Valle sereno,
De frescas sombras y memorias lleno!
¡Plácido albergue de la infancia mía!

Estas las flores son que yo cogía
Cuando niño vagaba en vuestro seno;
Conozco bien de la cascada el trueno;
¡Así el viento los árboles movía!

Cargado ya del peso de los años,
A ti vuelvo, selvático retiro,
Que no padeces de la edad los daños.

Suspendo el paso, o por tus vueltas giro,
Y gozo aquí de libertad engaños,
Y ambiente de inocencia aquí respiro.

Hora II. Sueños

Reclinado sobre hojas macilentas
Que al tronco cercan del anciano aliso,
En tu verde ribera solitaria,
¡Oh claro río!
Miro los montes,
Los cielos miro;
Doy suelta al pensamiento, y el pensamiento vago
Se aduerme de tus ondas al amoroso ruido.

(…)

 

Hora IV. El arca del diluvio

I

Serio haciéndose va mi pensamiento,
Pues como tú te fuiste,
Aunque todo está igual, no sé qué siento
Que está todo tan triste.

El mismo cielo azul, la torre oscura
Miro, la fuente misma;
Mas tu ausencia el paisaje desfigura
Empañándome el prisma.

(…)

¿Será que el hombre, digo, desterrado
Lleva un impulso dentro
Que le estimula a repasar lo andado
Y a volver siempre a un centro?

II

Mas, ¿qué cosa inmortal ve la mirada?
Sólo parece eterno
Este secreto abismo, o muerte, o nada
Lo llamemos, o infierno:

(…)

De la propia existencia a nuestra mente
¿Qué deja lo pasado?
Recuerdos, un despojo deficiente
Un busto inanimado.

Vuelve a mirar a tus antiguos días;
¿Qué ves? Allá el abrigo
De tu infancia y sus frescas alegrías,
Tus padres y un amigo.

III

Y una mística voz a su manera
Habló en secreto al alma;
Voz que animando la piedad primera,
Me devolvió la calma. 

Hora V. Las aves

Por eso amar, volar nos place tanto:
El que ama, los lugares
Y el tiempo olvida. ¿Qué es el desencanto
Sino al fondo bajar de los pesares

Y volver a contar menguadas horas?

Hora XIV

No sólo habla la voz. Cuando sereno
Tiende la tarde en derredor su manto,
Si a tu piano de ilusiones lleno
Le haces hablar en su lenguaje santo,

(…) 

Y cuando, oculto el sol en occidente,
La inmensa creación parece muerta,

(…) 

¿No te sucede involuntariamente
Que, cerrados los ojos, una incierta
Imagen dibujarse ves delante? 

Hora XXI. El ensueño

(…) Y de pronto, los párpados abiertos,
En religiosa calma
Me pareció embeberse mis sentidos
Y en sueño aéreo se arrobó mi alma.

Hora XXV. Desaliento

(…) Reflejos y matices
Se mezclan diferentes;
El céfiro las hojas
Tornasoladas mueve:
Las nubes se abrillantan,
Los prados reverdecen,
Y cuando todo ríe
Mi corazón se muere.

(…)

Hora XXXIII. El piano

(…) Tú mis penas expresas
En deliciosas notas de armonía
Que halagan los sentidos
Y aduermen la doliente fantasía.

(…)



Comentarios

Entradas populares de este blog

Todos los días, una canción- 1 de enero

Los cuadernos de Don Rigoberto (Fragmentos) - M. Vargas Llosa

Fragmentos varios...