Georg Trakl- La magnificencia de la melancolía

 George Trakl (1887-1914) fue un poeta astrohúngaro, representante de los movimientos de vanguardia y expresionismos literarios. Vivió en medio de una familia donde las expresiones artísticas estaban a la orden del día. Tocaba el piano junto con su hermana Gretl, con quien desarrolló una relación incestuosa. En su juventud, cursó la carrera de Farmacia en la Universidad de Viena, título que le valdría su colaboración como oficial médico durante la Primera Guerra Mundial. El hecho de encontrarse con personas gravemente heridas y sin contar con las herramientas adecuadas para su cuidado, le valió el agravamiento de su cuadro de depresión. Buscó consuelo en las drogas y en el alcohol, mientras acentuaba su lado literario. Se mostró durante su vida como un extraño dentro de su propia tierra, sin encontrar un lugar donde manifestarse completamente. Su único escape era la poesía, marcada por una melancolía muy profunda y por la influencia del nihilismo por parte de Nietzsche. Sus sentimientos lo llevaron a quitarse la vida a la edad de 27 años con una sobredosis de cocaína. Dejó una obra signada a la tristeza y la oscuridad, tal como se sintió durante su corta vida.


En un álbum antiguo

Retornas sin cesar, melancolía,
oh regalo del alma solitaria.
Arde hasta el final un día de oro.
El ser paciente se inclina humilde ante el dolor
resonante de armonía y tierno delirio.
¡Mira! Ya va oscureciendo.
Otra vez vuelve la noche y se lamenta un mortal
y hay otro que sufre con él.
Tiritando bajo las estrellas del otoño,
año tras año se inclina más profundamente la cabeza.

En la oscuridad

(...) 
la mirada de lo azul
irrumpe de la roca derruida.

Verano

(...) 
En silencio alumbra el candil
en la habitación oscura;
una mano plateada
la apaga.

Quietud del viento, noche sin estrellas.

Grodek

De atardecida suenan los bosques otoñales
de armas mortales, las praderas doradas
y los lagos azulados, el sol sobre todo
se ahonda en sombras: la noche abraza
a guerreros moribundos, el quejido fiero
de sus bocas destrozadas.

Pero callada en el fondo de los prados,
roja nubareda que habita un dios de ira, se congrega
la sangre derramada, frío de luna;
todos los caminos desembocan en negra podredumbre.

Bajo doradas enramadas de la noche y las estrellas
por el soto silencioso va la sombra de la hermana dando tumbos,
saluda a los espectros de los héroes, las cabezas que aún sangran,
y quedas suenan en el juncal las flautas oscuras del otoño.

¡Tristeza orgullosa! ¡Altares de acero!
Alimenta hoy la llama ardiente del espíritu un dolor violento
de nietos no nacidos.

Decadencia

Al atardecer, tañen campanas a la paz,
cuando sigo milagrosos vuelos de las aves
que, como procesión piadosa, en largo haz,
se pierden en claras, otoñales vastedades.

Vagando por el jardín crepuscular
mi sueño va hacia sus más claros destinos
y la manecilla siento apenas avanzar.
Así sigo, sobre nubes, sus caminos.

De decadencia el hálito allí me hace temblar.
El mirlo se queja en las ramas deshojadas.
Vacila roja vid en rejas herrumbradas,
mientras, cual de pálidos niños corro mortal
entorno a un brocal que gasta el tiempo, sombrío,
el viento inclina amelos azules en el frío.

Helian

En las horas solitarias del espíritu
es bello caminar al sol
a lo largo de los muros amarillos del verano.
(...)

Al atardecer en la terraza
nos embriagamos de vino negro.
Rojizo brilla el durazno en el follaje.
Sueva sonata, risa alegre.

Bella es la quietud de la noche.
En la oscura pradera
nos encontramos con pastores y blancas estrellas.
(...)

Tenue y armónico es un paseo
por estancias acogedoras
donde hay soledad y entre el rumor del arce
quizá canta el tordo todavía.
(...)

Oh cuán solitario acaba el viento de la tarde.
Moribunda se inclina la cabeza en la sombra del olvido.
(...)

la dulzura del incienso en el viento púrpura de la noche.
(...)

Al joven Elis

Al atardecer, tañen campanas a la paz
cuando sigo milagrosos vuelos de las aves
que, como procesión piadosa, en largo haz,
se pierden en claras, otoñales vastedades.
Vagando por el jardín crepuscular
mi sueño va hacia sus más claros destinos y la manecilla siento apenas avanzar.
Así sigo, sobre nubes, sus caminos.
De decadencia el hálito allí me hace temblar.
El mirlo se queja en las ramas deshojadas.
Vacila roja vid en rejas herrumbradas,
mientras, cual de pálidos niños corro mortal
en torno a un brocal que gasta el tiempo, sombrío,
el viento inclina amelos azules en el frío.

Lamentación

Sueño y muerte. Las águilas tenebrosas,
se abaten, toda la noche, sobre esta cabeza;
la imagen áurea de los hombres,
podría se devorada por la gélida ola
de la eternidad. Contra horribles arrecifes
se hace añicos el cuerpo púrpura.
Y la voz se lamenta
sobre el mar.
Hermana de tempestuosa melancolía
mira: un bote receloso se hunde
bajo las estrellas, bajo
la cara silenciosa de la noche.

Anif

Recuerdo: gaviotas deslizándose sobre un oscuro cielo
de melancolía masculina.
Sosegado habitas tú a la sombra del fresno otoñal,
y absorto en las formas de la colina
desciendes por el verde río cuando reina la tarde,
melodioso amor
(...)

Siempre grita en las ramas desnudas el ave nocturna.
Al paso de la luna
suena un viento helado en los muros de la aldea.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Todos los días, una canción- 1 de enero

Los cuadernos de Don Rigoberto (Fragmentos) - M. Vargas Llosa

Fragmentos varios...